Cafú
En la busca de esa selección que dejaron huella y que más han aportado al futbol, hoy es el turno para esta gran persona, humilde, alegre, ganador y sobretodo un extraordinario profesional.
Marcos Evangelista de Moraes
conocido por todos como Cafú nació el 7 de Junio de 1970 en un barrio llamado Irene
de San Pablo, Brasil. Hay vivió hasta los 22 años, Cafú Debutó oficialmente con
18 años en la primera división brasileña con el São Paulo FC en 1988, y con
ellos ganó la Copa Libertadores en 1992 y 1993. Un equipo que paso a la
historia ya que gano todo pero que desafortunadamente se recuerda poco.
Para finales de 1996 dejó la
institución paulista y se trasladó a Italia y se vinculó al AS Roma. Hayi ganó el Scudetto en la
temporada 2000-2001. Gracias a que se brindó por completo por la camiseta y la
afición, se ganó el apodo del “IL Pendolino” el tren expreso.
Después de que rechazó una oferta
importante del Yokohama Marinos de Japón, prefirió quedarse en Italia y
vincularse con el AC Milán. Vistiendo la camiseta “rossonera” ganó el Scudetto
y la Supercopa de Italia. A nivel internacional se llevó la Liga de Campeones y
la Supercopa de Europa en 2007.
Lo más importante de su carrera
con seguridad lo vivió cuando se puso la camiseta de la Selección de Brasil. En
los primeros años de la década del noventa no jugó mucho ya que el lateral
derecho estaba bien cuidado.
Fue citado por Parreira para
disputar el Mundial de EE.UU. de 1994, que luego fueron campeones. Llegó como
suplente y pudo jugar en la final ante Italia cuando el gran lateral Jorginho
salió lesionado a los 22 minutos.
A partir de allí se quedó con el puesto y siempre fue convocado por los técnicos. Fue campeón de la Copa América en Bolivia 1997 y Paraguay 1999. Fue Sub. Campeón del Mundo de 1998. En el Mundial de 2002 capitaneó al equipo que ganó la Copa Mundial.
En una imaginaria película
titulada "Nacido para ganar", Cafú sin dudas interpretaría el rol
protagonista: campeón brasileño y bicampeón de la Copa Libertadores y la Copa
Intercontinental con el Sao Paulo, campeón de la Recopa europea con el
Zaragoza, campeón italiano con la Roma, bicampeón de la Copa América y de la
Copa del Mundo con el "scratch". Pero el marco de su gesta lo da la
perseverancia que puso para llegar a la cima. En 1989, cuando era simplemente
Marcos Evangelista de Moraes, su ambición de convertirse en futbolista
profesional ya había tropezado con la negativa de ocho clubes, desinteresados
en contar con sus servicios. El noveno fue el Sao Paulo, y entonces nació Cafú.
Uno de los recuerdos que más
tiene presente es el día que lo convocaron por primera vez a la selección
brasileña. Ese día se desató una locura total. Su familia hizo una fiesta, el
barrio entero salió a festejar como si Brasil hubiera ganado un Mundial.
Pusieron pasacalles, carteles, ofrendas en la puerta de mi casa. Fue una
felicidad inmensa, total.
Era ese típico futbolista brasileño que juega con alegría, estaba
en su sangre, en su cultura, aun en los momentos difíciles, cuando la gente pensaba
que las cosas están mal. En casos así, una linda sonrisa, un aire de felicidad,
le ayudaba a gambetear las dificultades, a salir del mal momento.
Cafú recuerda asi su despedida
del Milán. Lo habría imaginado justo como se dio, fue en un partido contra el
Udinese, en San Siro, la cancha repleta. No sólo ganamos, sino que hice un gol.
Lloré muchísimo, me era difícil contener el llanto: fueron 11 años en Italia, 5
en el Milan, ganando todos los títulos. Fue maravilloso, muy emocionante. Les
escribí una carta a los tifosi para agradecerles por todo lo que me habían
dado.
Nunca dejó de lado en su
vida la parte Religiosa, Cafú revelo en
algún momento de su vida una de sus mejores experiencias. Tuve la suerte de
conocer a Juan Pablo II, de estar frente a él tres veces, y fue sin duda uno de
los momentos en que más me emocioné en la vida. Al entrar, a cada paso que uno
da, pierde más las fuerzas, le tiemblan más las piernas. Es la figura de un
santo. El Papa es la persona símbolo del mundo entero, y el Papa Juan Pablo II
en particular dejó una marca en la historia.
Uno de sus mejores momentos lo
vivió en Yokohama, él lo vivió así. REGINA, TE AMO. Fue lo que grité a la
cámara cuando levanté la Copa del Mundo en 2002, y se transformó en un grito
que todavía se recuerda. Me salió naturalmente pensar en mi esposa, pasamos
toda una vida juntos, vivió toda mi trayectoria en el fútbol siempre a mi lado.
Y ella también es una vencedora, por haber criado a nuestros hijos de la manera
en que los hizo.
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